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16 de noviembre de 2019

Los cuatro puntos del maestro secreto


Los cuatro puntos del maestro secreto

    En mi camino de aprendizaje y búsqueda de la verdad, aquel que me hizo iniciar la consciencia de mi ignorancia e imperfección, he utilizado con algún acierto la brújula masónica que nos enmarcan las cuatro virtudes cardinales; Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza.

Gracias a ellas, he hallado el correcto camino a los cuatro ángulos del Templo, encontrando en ellos los cuatro puntos que caracterizan al Maestro Secreto; Saber, Querer, Atreverse y Callar.

Deseo compartir con vosotros mis hermanos, este recién adquirido conocimiento, con la esperanza de que os sirva como a mí, de ayuda en nuestro camino de peregrinaje. Espero que mi corto entendimiento sea suficiente para ilustrar adecuadamente esta plancha, por lo cual os ruego no juzguen severamente mis palabras, y que me ayuden con nuestras sabias observaciones, en aquellas cuestiones que mi limitado entender no ha sabido explicar, ver o comprender.

SABER, no solo es el primer punto, es en sí mismo la unidad, representa y engloba a todos, pues en todos está presente, pero antes de adentrarnos en su desarrollo, deberemos matizar su significado para diferenciarlo de sus aparentes sinónimos; Inteligencia y Sabiduría. Inteligencia es la capacidad de adquirir conocimientos, pero no su adecuado y correcto uso. Un Hombre culto e inteligente puede ser un necio arrogante cegado por su aparente conocimiento.

sabiduría no indica ni proceso ni capacidad de adquisición de conocimientos, sino el conocimiento aplicado a sí mismo, es decir, conocer el uso adecuado y correcto de los conocimientos que uno posee. Un sencillo y humilde analfabeto puede ser un hombre sabio, que reconoce sus limitaciones y siempre está dispuesto a escuchar y aprender.

La Inteligencia no discierne, no analiza, no cuestiona; Solo adquiere y atesora, es egoísta en si misma, y si no va pareja de otras cualidades, torna en egoístas y arrogantes a quienes la poseen. La Sabiduría interpreta el conocimiento analizando, cuestionando su valor, su utilidad, reciclando todo ese análisis en el ciclo sin fin del aprendizaje continuo. Pone sus conclusiones al servicio de los demás, es altruista y desinteresada.

Y no confundamos Saber, con Sabiduría. El Saber es el proceso, la Sabiduría el resultado. Por ello, para el Maestro Secreto es importante el Saber, pues si consigue dominar el proceso, adquirirá la Sabiduría que le conducirá a su equilibrio interior.

Adquirir una información o dato, no entraña entenderlo, comprenderlo o saber usarlo. Es un conocimiento incompleto, pero que necesitamos adquirir, pues es la materia prima sobre la cual aplicamos el proceso del Saber, para llegar a la Sabiduría.

Discernir, es la capacidad de penetrar en el conocimiento, para ver y comprobar lo real, y diferenciarlo de lo ilusorio. A mayor penetración, más cerca de la realidad estaremos. La realidad tiene dos grados que coexisten de forma paralela. El exterior o material, es aquel que percibimos deforma aparente; El interior o ideal, es aquel que intuimos su existencia. Lo real, es la esencia trascendental de las cosas; el núcleo. Lo ilusorio, los cambios y variaciones externas; la superficie.
La Realidad son los principios verdaderos, La Verdad y está situada en el núcleo interior, en el centro, donde un Maestro Masón jamás puede errar. Este Centro, representado por la Cámara de En medio, la Tumba de Hiram o El centro de la Piedra Cúbica, es nuestro centro interior, al cual llegamos a través de la concentración en el silencio, para lograr la visión interior de uno mismo.

Es en esta visión interior donde uno percibe la realidad, lo más profundo de nuestro ser; la individualidad que hace a cada hombre un ser único y diferente. Somos Nosotros ante Nosotros. Por el contrario, la ilusión es la exteriorización de nuestra personalidad según los roles sociales. Somos Nosotros ante Los Demás.

Saber discernir, nos hace profundizar en nuestra auténtica realidad interior, y llegar al conocimiento íntimo de nosotros mismos. Y no debemos olvidar que estamos en un ciclo continuo, que en cada paso adquirimos un conocimiento en el cual debemos penetrar para saber discernir en él lo material de lo ideal, la realidad de lo ilusorio, la verdad del error.

Analizar, es enfrentarnos al conocimiento y aceptación de la verdad y al rechazo del error que busca la supremacía del materialismo exterior sobre el idealismo interior. Analizar, supone responder de forma constante a una pregunta; ¿Qué clase de Hombre somos? ¿Los que Saben y se aceptan, o Los que No Saben y se ignoran?

Los que No Saben, son materialistas cuya Deidad es la riqueza exterior en cualquiera de sus formas. Su atención se dirige hacia lo exterior, la ilusión periférica. Se alejan de la conciencia central de la realidad y vagan perdidos por el error que los guía.

Los que Saben, son idealistas fieles de la religión única de la verdad. Su atención se enfoca hacia el centro, hacia el espíritu interior. Han encontrado la verdadera luz, que les guía desde su interior, desde su centro espiritual, y caminan en armonía con el Gran Arquitecto del Universo.

La Luz de la realidad está en nuestro interior, para hallarla debemos alejarnos de lo material, de la evidencia exterior y adentrarnos en el centro, en el núcleo de todo, y elevarnos al reino abstracto delo ideal. El idealista vive en un plano de realidad superior, que el materialista ignora, pues la verdadera luz procede del abstracto Reino de las ideas. 

Sin embargo, si descuidamos lo material, si aislamos nuestro interior del exterior, la materialidad, a través de sus condicionantes sociales (moda, status social, apariencias, etc.), creará una corriente hacia nuestro interior bombardeando continuamente su núcleo e influyendo en nuestra personalidad, provocando un desequilibrio y caos interior, que nos provocará inseguridad, falta de confianza en nosotros mismos y dependencia del materialismo exterior.

No hay que descuidar lo material, sino dominarlo para que nuestra materialidad sea un reflejo expresivo de nuestra idealidad; Desde nuestro centro interior, la idea busca salir al exterior y materializarse en un pensamiento, palabra u acción, consiguiendo así el equilibrio individual y la paz con el Gran Arquitecto del Universo.





Valorar, es saber discernir el bien del mal. Este paso solo puede realizarse desde el interior, gracias a la serenidad que nos proporciona la luz de nuestra realidad interior. Pero para ello, debemos tener claros los conceptos de que es bueno, y que es malo.

Lo bueno, es lo que nos ayuda y favorece en nuestro progreso individual, de acuerdo siempre con las sagradas e inmutables leyes de la naturaleza. Lo malo, es lo que nos retrasa, lo que obstaculiza nuestro progreso individual, y todo aquello que atenta contra las leyes naturales.

Para valorar, el materialismo sopesa el valor y la condición de las cosas, pudiendo presentarse este trance como positivo o negativo según su cuantificación material. Sin embargo, para el idealismo el trance siempre es positivo, pues evalúa la actitud ante la oportunidad, y las oportunidades deben aprovecharse siempre, pues ante una circunstancia aparentemente adversa, con la guía de nuestra luz interior, conseguiremos reconocer una oportunidad positiva dentro de un trance aparentemente negativo.

Desde la Paz interior, todo trance debe ser acogido con serenidad y comprensión, considerando el mal aparente como una ocasión que se revela, manifestando un bien real que se hallaba escondido en un estado latente. Saber Valorar, nos ayuda a obrar según los principios de nuestro interior espiritual, y no según las circunstancias de nuestro exterior material, pudiendo así distinguir y ver la relativa importancia y utilidad de las cosas.

Entender, es conocer la realidad interior de cada una de las cosas que hemos valorado, así como su importancia y utilidad. El entendimiento real de las cosas, nos permite conocer su auténtica finalidad, así como su correcto, adecuado y debido uso. También el conocimiento de su importancia real, nos permitirá la conciliación de intereses en perfecta armonía, priorizando una u otra causa en función de las necesidades reales, de su auténtico fin y de su correcto uso.

Juzgar, es evaluar la importancia de las cosas no por su magnitud exterior, sino por la implicación y capacidad de favorecer y desarrollar nuestro interior, y nuestra armonía con la naturaleza y el Gran Arquitecto del Universo.

Por ello, debemos esforzarnos en juzgar por nosotros mismos, y no entrometernos indebidamente, en especial en juicios negativos, en lo que no nos corresponde, por muy elevada y altruista que sea nuestra finalidad. Cada uno debe cumplir con su deber, y no podemos pedirle a nadie que realice o juzgue el deber ajeno.

El Conocimiento se nos da para usarlo. Él nos ayuda a discernir la Verdad del Error, lo Justo de lo Injusto, el Bien del Mal. Cuando tras habernos juzgado interiormente nuestra conciencia nos dicta la sentencia, debemos Saber Reconocer su dictamen y aplicarlo. Debemos saber extraer de nuestro interior los valores ilusorios sobre los que se apoyan la Ignorancia, la Superstición y el Fanatismo.
No solo hemos de buscar la verdad interior, debemos ser consecuentes con ella, y reconocerla en cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones, para que sea nuestro interior el que condicione nuestro exterior.

En resumen, SABER implica todo el procedimiento que debemos seguir si deseamos alcanzar la sabiduría, que no es, sino, el uso correcto, adecuado y debido del conocimiento, para nuestro progreso y desarrollo individual interior, en armonía con todos y con todo lo que nos rodea; Con las Leyes de la Naturaleza; Con el Gran Arquitecto del Universo; y Con Nosotros mismos. Saber es adquirir, discernir, analizar, valorar, entender, juzgar y reconocer la verdad en nuestro interior. Si seguimos adecuadamente cada paso, hallaremos en nuestro interior la luz de la verdad que nos guiará a la Sabiduría.

QUERER, es el segundo punto, y manifiesta una voluntad que está presente en nosotros siempre, independientemente de nuestro materialismo o idealismo. De nuestra superficialidad, nacen deseos y voluntades que provienen de las limitaciones ilusorias de nuestro ego, convirtiéndonos en seres egoístas.

A través del SABER, nuestra voluntad interior es purificada y elevada a un plano espiritual. El Maestro Secreto que en el Santuario de su corazón haya buscado, encontrado, reconocido y aceptado su realidad interior, está iluminado por la verdad, y no hará ni deseará ninguna cosa que no sea la perfecta manifestación de su realidad interior, por lo cual, todo lo demás, lo exterior, lo material, cesará de tener poder de atracción sobre él.  Así es como el Maestro Secreto domina su voluntad individual, haciéndola más poderosa, consiguiendo una más perfecta y libre expresión de sí mismo, y eliminando los deseos ilusorios negativos, provenientes de nuestro exterior material.

QUERER, es desear. Y desear es dirigir nuestra voluntad. Este punto representa lo dual, a través de la dualidad SABER-QUERER, pues si en nuestro interior no hemos conseguido saber discernir el bien del mal, si no hemos hallado nuestra realidad interior, nuestro centro espiritual de donde emana la Luz de la Verdad, nuestra voluntad será corrompida por los deseos ilusorios del exterior y seremos esclavos de lo material.

QUERER, es dirigir nuestra voluntad interior hacia el exterior, concentrando y elevando nuestros deseos, fijándonos en la esencia interior y originaria de las cosas, y no sobre su apariencia exterior.
QUERER es despertar esa voluntad dormida, latente en nuestro interior; Es la tumba de Hiram de la que debemos resucitar; Es la palabra perdida que debe ser encontrada y reconocida. Y la llave para llegar a esa voluntad dormida está en nuestro interior, en nuestro centro espiritual, en nuestro corazón.

ATREVERSE, es la voluntad traducida en acción, que nace de la Dualidad SABER QUERER, transmutándose en la Trinidad SABER-QUERER –ATREVERSE. Una vez hemos discernido el Bien del Mal, hallada nuestra realidad interior, guiada nuestra voluntad por la Luz de la verdad que emana de nuestro corazón, es el momento de actuar, de ATREVERSE a manifestar el interior idealista y hacer que este prevalezca sobre el exterior materialista. Debemos atrevernos a buscar en toda cosa su punto de origen y la realidad central que la causa, fijando sobre estala punta del compás de la comprensión, con la seguridad de que el otro extremo del compás producirá por sí mismo, una adecuada manifestación exterior, en el círculo de la existencia donde se mueve.

El atrevimiento es la inspiración que baja del cielo, en respuesta a nuestras aspiraciones purificadas, que emanan desde nuestro interior guiadas por nuestra voluntad espiritual. Tras el paso del SABER y del QUERER, solo queda esperar la respuesta de la acción. Mas esta no es inmediata, ni innata. Podemos decidir continuar en estado latente, dormido, sin realizar acciones concretas que sean consecuencia del SABER-QUERER.

Por ello, el verbo que forma esta trinidad no es ACTUAR, pues la pasividad es una forma de acción que no responde a la coherencia exigida en la dualidad SABER-QUERER. ATREVERSE, nos obliga a ser consecuentes con nuestra realidad interior, nuestro pensamiento y nuestra voluntad espiritual, pese a que ello implique esfuerzos y sacrificios.

ATREVERSE, adquiere un reforzado significado en una sociedad como la actual, que vive muy pendiente de los signos exteriores, donde el relativismo evita cualquier situación compleja que pueda exigirnos algún tipo de esfuerzo y sacrificio.

ATREVERSE a manifestar nuestro interior espiritual en nuestra carcasa exterior material, ATREVERSE a que nos conozcan realmente como somos, ATREVERSE a contagiar a nuestros semejantes con nuestros pensamientos, palabras y acciones, es un paso decisivo y nada fácil, pero es una obligación de coherencia interior, pues de lo contrario, la dualidad SABER-QUERER habrá fracasado en su intento de iluminación interior.  

El dominio de la mente comienza por la seguridad en uno mismo, en sus propósitos, por lo cual debemos asegurarnos que son las inspiraciones divinas que descienden en respuesta de nuestras aspiraciones superiores. El desinterés altruista caracteriza a las inspiraciones divinas, frente al egoísmo materialista que caracteriza a las tentaciones materiales, que se presentan a cada momento, forzándonos constantemente a elegir. Por ello, en la meditación del silencio y en la constante concentración mental, hallaremos la fortaleza que nuestra mente precisa para acometerla acción, que será rectamente dirigida cuando la iluminan nuestras más altas inspiraciones.

ATREVERSE, es nuestro verdadero deber, que es expresar o manifestar la Luz que se halla latente en nosotros, según la voluntad manifestada por el Gran Arquitecto del Universo en nuestro interior. Para el cumplimiento de este deber, usaremos adecuadamente la escuadra, que mide lo material, con el compás que comprende lo espiritual, buscando una actitud de tolerancia y comprensión que nos aleje del fanatismo, la superstición y la ignorancia. La perfección se haya constantemente en el medio, entre la escuadra y el compás. Por ello, el Maestro Secreto coloca entre estos dos instrumentos la llave del iluminado entendimiento que lo caracteriza, emblema de la armonía que realiza entre el juicio y la comprensión.

ATREVERSE, es el resultado natural de la firme concentración que ha producido nuestro QUERER, habiéndonos establecido firmemente sobre la unidad central. Nada debe alejarnos del sendero interior, único en el que se encuentran nuestras posibilidades de progreso.

CALLAR, es el cuarto punto que cierra el círculo. Es también la cuadratura del ciclo de la actividad, SABER-QUERER-ATREVERSE-CALLAR., que muestra la perfecta relación del centro con la periferia. CALLAR es silencio y el poder que esta encierra. Cultivar el silencio en nuestros proyectos y actividades es asegurar su éxito; Propicia el apoyo de los Poderes Invisibles que únicamente en el silencio encuentran un medio de expresión. Las fuerzas de la Naturaleza actúan en silencio, y en silencio cumplen sus mayores milagros. El ruido es la energía desperdiciada por la falta de concentración, por lo cual, debemos esforzarnos en trabajar en la armonía del silencio, virtud qué nos enseña la masonería desde nuestra admisión, y que nos recuerda especialmente en este grado que lleva como nombre “Secreto”, y como signo, el Signo de Silencio.

Debemos CALLAR respecto de lo que somos, sabemos, queremos y hacemos, pues hablar es síntoma de vanidad. El hombre que habla demasiado, es esclavo de sus palabras. Y son nuestras acciones las que deben hablar por nosotros, pues debemos brillar por nuestra propia luz que surge desde nuestro interior.

La virtud del silencio debe considerarse bajo el aspecto dual de la disciplina exterior y la realización interior. Este aspecto dual se refleja claramente en la triple dualidad que forma con los otros puntos; SABER-CALLAR; QUERER-CALLAR; ATREVERSE-CALLAR.

La disciplina exterior, es SABER-CALLAR todo lo que no se considere útil o necesario, venciendo y dominando la locuacidad instintiva que nace de la vanidad y la falta de reflexión. Hay que SABER-CALLAR todo lo ilusorio, y lo que no ayude ni favorezca la plena manifestación de nuestra realidad interior.

En la realización interior, QUERER-CALLAR manifiesta la voluntad interior de concentrarse en el silencio de los sentidos para llegar al corazón de nuestro ser, que es la esencia de la vida y nuestro principio más elevado.

ATREVERSE-CALLAR, es la acción consecuente de las anteriores dualidades. No hablar sobre uno mismo, aunque sea para defenderse, pues lo que uno puede decir de sí mismo nace de la personalidad ilusoria y refuerza la vanidad; o Buscar en el silencio la concentración necesaria para hallar nuestro centro espiritual, son acciones consecuentes de ATREVERSE-CALLAR. CALLAR es silencio, y la práctica de la concentración mental es el medio para alcanzar el corazón de la sabiduría. Concentrarse interiormente es el complemento necesario de la práctica del silencio exterior, y el medio en que la mente calla toda vana palabra interior, o pensamiento que no expresa la realidad.

El Maestro Secreto encuentra en la palabra de paso y el signo de silencio, aquello de lo que no se puede hablar por estar más allá de toda palabra, pensamiento o expresión verbal. Debe reflexionar y meditar en el silencio del ser, para hallar el secreto entendimiento de la realidad, cuyo resplandor interior ilumina el santuario de nuestro corazón en una mística y única experiencia. Concluido este punto, hermanos míos, solo me queda ser consecuente y SABER-CALLAR, esperando en mi silencio interior nuestras conclusiones a esta humilde plancha.

15 de noviembre de 2019

El Rito Escocés Antiguo y Aceptado



Rito Escocés Antiguo y Aceptado.




Según el historiador de la Francmasonería Albert Mackey, el siglo XVIII vio actuar a un tal “chevalier” (caballero en idioma “francés”) Ramsay, presbiteriano escocés educado en la Universidad de Edimburgo y apóstata protestante cuando decidió abrazar la iglesia de Roma.
La huida de Jacobo II a Francia le hizo marcharse también a él. Posteriormente se convertiría en tutor del pretendiente al trono inglés, Carlos II, introduciéndose en los círculos de conspiradores para recuperar el trono de Escocia. La nobleza francesa aceptó de buena gana el rito que, según Ramsay, había sido traído de Palestina por los príncipes, sacerdotes, caballeros y nobles a su regreso de las Cruzadas.
Es cierto que, durante los sucesos revolucionarios que tuvieron lugar en Inglaterra y Escocia a lo largo de los siglos XVII y XVIII, muchos masones escoceses huyeron a Francia. Ello pudo haber dado origen a la popular creencia de que el Rito Escocés nació en Escocia.
En realidad, hasta 1846 no se estableció un Supremo Consejo en esta región del actual Reino Unido de Gran Bretaña.
El Rito Escocés creció en Francia a partir de 1754, en el interior del seminario jesuita de Clermont, formándose un capítulo (o Colegio) con siete grados. Existe un documento anterior de un Capítulo Rosacruz de Arras (Francia) instaurado en 1747 por Carlos Eduardo Estuardo. Hacia 1758 el sistema se había convertido en un Rito de 25 grados conocido -en lenguaje jesuítico- como Rito de Perfección de la denominada Orden del Secreto Real, cuyas “Grandes Constituciones” se dictaron en 1762.En 1761, un judío llamado Stephen Morin, miembro del denominado “Consejo de Emperadores de Oriente y Occidente”, recibió el encargo de introducir el Rito en el Nuevo Mundo. Primero lo estableció en Jamaica y Santo Domingo. Posteriormente abrió cámaras en Nueva Orleans 1763, Albany (Nueva York, 1782), Filadelfia (1782) y Charleston (Carolina del Sur, 1783). Se dice que de los dieciséis “Diputados Inspectores Generales” nombrados por Morin, trece eran judíos como él.En 1786 se ratificaron las Grandes Constituciones para poner orden en la caótica situación de los grados europeos.
Éstas fueron las Constituciones que trajeron “El Rito Escocés Antiguo y Aceptado”, ampliando hasta treinta y tres el número de grados, con el 33 (cifra que se representa, como el resto de los grados, con el símbolo º junto al número) como Supremo Consejo, es decir, como órgano de gobierno. Algunos historiadores alegan que las citadas Constituciones fueron falsamente atribuidas, para conferirles mayor grandeza y legitimidad, al prusiano Federico el Grande, cuya muerte tuvo lugar ese mismo año, en 1786.
En 1801 se abrió un Supremo Consejo en Charleston (EE. UU.) bajo las citadas Constituciones, absorbiendo al anterior Rito de Perfección. Este Supremo Consejo emitió posteriormente certificados de autenticidad a otros Supremos Consejos. Todos los Supremos Consejos actuales se derivan, directa o indirectamente, del ya citado Supremo Consejo de la Jurisdicción Meridional de Estados Unidos de Norte América.
A lo largo del siglo XIX fueron creándose nuevos Supremos Consejos en Europa y Canadá. En nuestros días hay estrechas relaciones entre aproximadamente 40 Supremos Consejos distribuidos por todo el mundo, incluyendo las cuatro Grandes Logias Nacionales de los países escandinavos.
La denominación “Rito Escocés Antiguo y Aceptado” nació en 1804 a partir del convenio entre el Supremo Consejo de Francia y el Gran Oriente de Francia.
En 1859, guiado por el Gran Comandante y renombrado escritor masónico norteamericano Albert Pike, el Rito Escocés se extendió por Estados Unidos y el resto del mundo. La palabra “escocés” también ha sido relacionada con uno de los grados del antiguo Supremo Consejo.
Según la abundante literatura existente y el uso extendido, al Rito Escocés se accede tras completar los tres primeros grados simbólicos –Aprendiz, Compañero y Maestro- en la llamada logia simbólica o Logia Azul.
El Rito incluye los grados 4º al 32º, cada uno de los cuales ostenta un título* (ver denominaciones abajo). Sus miembros se reúnen en “Valles” y se organizan de cuatro formas: Logia de Perfección (grados 4º al 14º), Consejo de los Príncipes de Jerusalén (15º-16º), Capítulo Rosacruz (17º-18º) y Consistorio (19º-32º).
El grado 33º se confiere anualmente en una reunión del Supremo Consejo del Grado 33 a un número selecto de Masones del Grado 32º que han demostrado en su modo de vida el verdadero significado de la palabra fraternidad. La edad biológica de quien recibe el grado 33º debe ser igual o superior a 33 años.
El grado 33º es un grado honorífico concedido en reconocimiento de los servicios prestados a la Francmasonería o a la Comunidad.
A un profano, o a un iniciado, y a muchos Maestros Masones desinformados esta presentación jerárquica les puede parecer que quienes obtienen uno de esos treinta grados adicionales poseen un rango superior. Sin embargo, el principio más firme de la Francmasonería universal es que no hay grado superior al de Maestro Masón. Los grados 4º al 32º señalan un nivel de conocimiento, una ampliación de los trabajos de la Logia Simbólica, lecciones que se enseñan por medio de alegorías dramatizadas. Estas enseñanzas se han extraído de episodios bíblicos y acontecimientos históricos más modernos. Los practicantes o miembros –todos Maestros Masones de buena reputación- utilizan ropajes en consonancia con los personajes que representan.
La mayoría de los Supremos Consejos y sus cuerpos subordinados suelen reconocer la supremacía de las Grandes Logias Simbólicas y los Grandes Maestros en sus respectivas jurisdicciones.
Logia azul